Un artesano ubriqueño del timbrado, entre los distinguidos.
Texto de Fenando Sígler
Publicado en El Independiente de Cádiz el 2 de junio de 2013
El gobernador del Banco de España se acomoda en su despacho. Es el verano de 2012. Luis María Linde acaba de tomar posesión del cargo y se prepara para recibir las primeras visitas. El país está en crisis y sobre esta entidad se fijan las miradas de quienes esperan una respuesta a su responsabilidad en la falla financiera que ha desencadenado los más graves problemas de la economía y la sociedad españolas de los últimos lustros. Sobre su mesa descansa un expositor de piel con su nombre y su recién estrenado puesto. Las letras que lo identifican han sido grabadas en Ubrique. Un artesano de este pueblo de la Sierra de Cádiz ha dado forma a este objeto en torno al cual se dirimen las decisiones más complejas sobre la crítica situación de las finanzas del país.
Juan Manuel Román García empezó a trabajar artesanalmente el grabado en el año 1985. Lo hacía entonces manualmente, con el concurso de máquinas que timbraban aplicando calor. Con este sistema hacía sellos con abecedarios para los anuncios de las empresas que los requerían, y al poco tiempo evolucionó introduciendo matrices con la imagen de las marcas comerciales. Pero tras la Expo, llegó la crisis al sector, que la empezó a sentir en 1993. Entonces tuvo que buscar otro sistema que no le cerrara las puertas de un mercado en aquellas fechas con un horizonte de incertidumbre. Desechó el procedimiento del abecedario y lo sustituyó por el de planchas de fotograbado. Aquella crisis la solventó introduciendo aplicaciones de técnicas por ordenador y utilizando un programa de dibujo. Con aquel nuevo sistema grabó en la segunda mitad de los años noventa, por ejemplo, los libros de actas del pleno y de la comisión de gobierno del Ayuntamiento de Cádiz, con grecas en negro y texto y escudo en dorado.
Al final de la década volvió a renovar su técnica artesanal e introdujo el pantógrafo, al principio de manera manual, y a partir de 2008 de forma electrónica. “Es un sistema más limpio y de gran calidad y permite las tres dimensiones; los resultados son evidentes”, explica.
Hasta llegar aquí, su negocio familiar ha tenido una trayectoria tan larga que se remonta a la misma posguerra. Fue en los años cuarenta cuando Isabel Rodríguez inició el antiguo timbrado. Su conocimiento lo transmitió a su hija, Ana María, y ésta a su esposo, Juan Manuel Román, que tomó el testigo de esta tradición y no la ha abandonado. Éste ahora está ejerciendo de maestro de un aprendiz que seguirá la estela, su propio hijo, que acaba de conseguir su primer contrato en prácticas en este gremio. Es ya la tercera generación. El valor de esta tradición artesana lo ejemplifica el timbrador en una máquina datada en 1964 y que “sigue siendo la que mejor funciona” para determinadas tareas.
Los tres timbradores que había de antiguo en Ubrique estaban emparentados familiarmente. Isabel Rodríguez mantuvo la llama hasta 1972. Al jubilarse ella hubo un parón en esta actividad hasta que en 1985 Juan Manuel Román la retomó e hizo su primer trabajo, la grabación de unas libretas para guardar las cartillas de la Seguridad Social.
Desde su taller familiar de la calle Real, actúa en la mayoría de los casos como subcontrata de las empresas de marroquinería a la que los clientes de todo el país y del extranjero encargan la confección de las piezas en piel. Con los parámetros de la decoración sugeridos por éstas, él estampa el decorado y el grabado. No obstante, también tiene clientes directos, en Londres.
En sus acabados, busca la mayor calidad; así, no utiliza la técnica del láser, porque, a su juicio, daña la piel, pese a que reconoce que este sistema tiene aplicaciones útiles, como por ejemplo, para el calado de la ropa. Es el único que hace grecas para decorar las tapas de cuero de las mesas de escritorio, en especial, para despachos de estilo antiguo.
Su impronta está presente en las sedes de los grandes poderes del Estado: los rótulos en piel de los despachos del Tribunal de Cuentas, además de los expositores con nombres y rango de sus miembros; las carpetas de trabajo de los ministros del Gobierno, de los miembros del Consejo General del Poder Judicial y de los consejeros de la Junta de Andalucía, las fundas para las acreditaciones de parlamentarios vascos, catalanes y gallegos…
Este timbrador, que mantiene su pequeño taller en el casco antiguo, ha sido uno de los artesanos distinguidos este año por la Consejería de Turismo y Comercio de la Junta de Andalucía con la acreditación de la llamada Zona de Interés Artesanal otorgada a Ubrique. Al respaldar esta distinción, el consejero, Rafael Rodríguez, destacó en abril “la singularidad y tradición del oficio artesano de la marroquinería en nuestro territorio, que aglutina a 39 talleres”. El representante de la Junta se refirió a la relevancia artesanal de Ubrique y sus municipios limítrofes como “una referencia mundial del oficio artesano de la marroquinería por la excelente calidad de sus productos” y por tratarse de una actividad que se ha desarrollado de forma homogénea en toda esta comarca.
Una de las ventajas de este reconocimiento es que aparecerá en las publicaciones y guías oficiales de artesanía y turismo que edite la administración autonómica y podrá participar en ferias y otros encuentros que organice la Consejería “con el objetivo de la promoción y mejora de la comercialización de los productos artesanales en el ámbito de la comunidad”.
Para el grupo político al que pertenece el consejero, IU, esta declaración “supone una oportunidad para el sector, puesto que sirve para visualizar la zona como un referente de los oficios aquí desarrollados y, por tanto, puede suponer un atractivo para potenciales clientes, ya sean turistas o visitantes” con vistas a una mejor comercialización e incremento de ventas de los productos artesanos.
Desde el taller de Juan Manuel Román se ve la Cruz del Tajo, la elevación montañosa que preside la vida cotidiana de Ubrique. Sus manos artesanas y su habilidad vencen esta barrera natural y llevan lejos la impronta de la tradición marroquinera.
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